N.9. Navegación hasta Bath. 1812
- Julia Onaindia
- 27 abr 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 27 may 2024
Llegado el año 1812, mi esposo, que llevaba ya desde 1809 sirviendo como oficial en el Ejército del Norte, recibió órdenes del gobierno de Cádiz para que pasase a solicitar más recursos a nuestros aliados británicos. En las reuniones que mantenía en la Biblioteca de nuestra residencia al Norte de Burgos, muy cerca de la provincia de Liébana y Santander, le habían informado de que era preciso obtener más medios y armas para continuar la lucha contra el invasor. Para ello necesitaba ir él personalmente a Gran Bretaña a intercambiar impresiones y tener información de primera mano.
Era un viaje muy peligroso, pero quedarse en España sin intentarlo podía comprometer aún más nuestros intereses económicos… e incluso nuestras propias vidas o las de nuestra familia. Ya en las Navidades de 1809 yo me había apresurado a escribir una carta a nuestra amiga Margaret Chinnery, aun arriesgándome a que la interceptasen y que nunca llegase a su destino: en ella le mostraba mi profundo pesar por los avances del ejército napoleónico en nuestro país. Pese a mis temores, la suerte estuvo de nuestra parte y la carta llegó a las manos de Margaret, que se sintió sumamente abatida por lo que pudo leer en ella. Lejos de quedarse indiferente, movilizó a todos sus amigos para conseguir que pudiésemos contactar con alguna personalidad relevante que nos ofreciera algún tipo de ayuda. Desde entonces, esa ayuda, siempre que la hemos precisado, nunca nos ha faltado. Conocedor el Gobierno patriota de Cádiz de ese ascendiente nuestro en Gran Bretaña, es por lo que dio esas órdenes de pasar directamente a Inglaterra y allí estimular el celo de nuestros aliados para que envíen nuevos recursos. Es así como llegó a nuestra residencia, con máxima cautela, una carta en la que se nos indicaba que debíamos dirigirnos en cuanto pudiéramos a la ciudad balnearia de Bath, donde encontraríamos personas bien informadas a quienes les habían puesto en antecedentes de quienes somos y de cuál era el motivo de nuestra visita.
Si no fuera por la horrible situación bélica que nos acechaba, la idea de partir hasta Gran Bretaña me habría resultado una aventura apasionante… sin embargo dadas las circunstancias se convertía en un viaje realmente arriesgado. No obstante, y pese a todo, desde el momento en que comenzamos los preparativos del viaje y supimos que nos era necesario acudir a esa cita que nos facilitaba nuestra amiga, me pareció una buena idea que pudiésemos aprovechar el viaje para visitar a nuestra otra amiga Jane Austen, a quien hacía muchos años que no veíamos… y así lo planeé. Mientras llegaba el momento de partir, mi esposo se ocupó de todas las gestiones necesarias, incluido el visar en el cuartel general de Potes los pasaportes enviados por el Gobierno de Cádiz y otros trámites precisos. También de cómo obtener allí guías y escolta hasta el punto en que debíamos embarcar para Inglaterra.
Llegado el día señalado, zarpamos desde una pequeña cala en la costa de Santander en un barco de la Royal Navy en un viaje que iba a durar alrededor de cinco días. Intenté aligerar mi equipaje todo lo posible e ir cómoda: nos aguardaban días inciertos y llenos de peligro… y no convenía viajar con una carga demasiado pesada. Por suerte logramos sortear a las patrullas francesas en tierra y al bloqueo naval que la Marina francesa tiene desplegado en nuestras costas. Pese a que intenté en lo posible, como os digo, ir liviana de enseres, no podía prescindir de algunos vestidos apropiados para las visitas que teníamos previstas, ni de, al menos, una sombrilla y un sombrero a juego con el vestido. Consideré que podría ser muy adecuado uno de rayas azules que había encargado recientemente. Pensé que podría ser útil para la ocasión ya que nuestra misión era codearnos con la mejor y más influyente sociedad inglesa en una misión de gran rango diplomático, vital para la supervivencia de nuestra atribulada nación.
Tras el largo viaje y una vez ubicados en la ciudad de Bath, empleamos la mañana en recorrer sus calles… pero lo cierto es que no disponíamos de mucho tiempo. Así que, sin perder instante, nos dirigimos en primer lugar al domicilio de nuestra querida Jane Austen en el que dedicamos algún tiempo a tomar un té y conversar de sus últimas inquietudes literarias. Con gran pena por nuestra parte, tuvimos que despedirnos muy pronto, excusándonos porque teníamos una cita en la importante mansión de Royal Crescent con unos amigos con quien nos era imprescindible hablar de asuntos de gran importancia. También le indicamos que nuestro regreso a España sería, lamentablemente, inminente, de manera que tendríamos que esperar a que mejorase la situación en toda Europa para poder vernos con más tranquilidad. Tristes por no haber podido pasar más tiempo junto a ella, después de despedirnos y abandonar su acogedor domicilio nos dirigimos a Royal Crescent.
En esta imponente mansión ubicada en el centro de Bath, Carlos pudo intercambiar impresiones políticas con sus propietarios, quienes nos invitaron a un pequeño “lunch” (que es así como los ingleses llaman a lo que nosotros llamamos “refresco”) en compañía de otros amigos a quienes también habían convocado y que estaban interesados por la situación por la que estaba atravesando nuestro país. Carlos les informó sobre la batalla de Astorga que habíamos podido presenciar, en 1808, en primera persona, donde el emperador Buonaparte salió victorioso; les explicó también cómo él había comenzado a formar un grupo de oposición desde los valles al Sur de la ciudad de Santander, donde tenemos una residencia, dejando a un lado, si era preciso, su profesión de médico para intentar concentrar sus esfuerzos en combatir la ocupación del territorio español por el ejército de Napoleón.
Tan sólo dos días después emprendimos el regreso en barco a la costa del Norte de España entre fuertes tormentas marinas que desestabilizaron mi sistema digestivo y el trayecto se me hizo enormemente largo. Nunca llegué a conocer el alcance de las deliberaciones ni a qué conclusiones llegaron en la reunión mantenida en Royal Crescent, ya que mi esposo las guardó en absoluto secreto… incluso para mí. Lo que sí puedo contaros, es que no mucho después, apenas transcurrido un año, en 1813, la guerra contra Napoleón comenzó a dar un giro importante en Vitoria. ¿Conseguiríamos pronto recobrar la ansiada paz?


Marie Therese Charlotte, Duchesse d´Angouleme.
By Joseph Roques.
















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